
La concesión por parte de Carlos V del estatus de villa en 1554, con término y concejo independiente de Morón, supuso para este pueblo su carta de naturaleza. Pero los privilegios que le concedió el monarca sobre los nombramientos de los regidores municipales no fueron bien vistos por la casa ducal, produciéndose a partir de este momento multitud

El arraigado sentido de la autonomía municipal, ligado a sus orígenes, le llevó a la compra de nuevos privilegios en tiempos de Felipe IV. El siglo XVIII es también otro momento de expansión, tal como lo atestigua el urbanismo y los datos de población que, en 1787, debían ser unos 7000 habitantes, según calculaba el ilustrado Gutiérrez Bravo en su descripción de la villa. Efectivamente tanto el número de calles ocupadas como los edificios conservados de finales del siglo XVIII, responden tanto a dicho aumento de la población, como al auge económico producido por la mejora de las rentas agrarias.
El siglo XIX, como en el resto de Andalucía, producirá en Arahal una sucesión rápida de cambios políticos y un empeoramiento paulatino de las condiciones de vida de los jornaleros. Además de ser lugar de parada y fonda de numerosos viajeros románticos que vienen a Andalucía buscando costumbres “primitivas” y exotismo oriental.
Parroquia de Santa María Magdalena
Arruinada la antigua parroquia de traza mudéjar en 1755 pro el terremoto de Lisboa, de la que restan su torre y su sagrario barrocos se acometió la construcción de uno de los templos más grandiosos de la provincia. Las dos grandes actuaciones del neoclasicismo, en la provincia que más se resistió a la estética de la Ilustración, fueron la construcción de esta monumental parroquia y la destrucción del espléndido retablo barroco del Sagrario de la Catedral Sevillana, pasto de las llamas por voluntad de los tardoilustrados sevillanos.
Las trazas del templo se debieron al arquitectos Lucas Cintora, aunque en ocasiones se ha relacionado con otros maestros neoclásicos. Las coincidencias de diseño de su proyecto ideal de templo de 1776 con la iglesia de Arahal, tal como han demostrado los profesores Berchez y Ollero, más la documentación aportado por Ollero sobre el seguimiento a pie de obra, no dejan dudas de su autoría. Como aparejador y jefe de obra trabajó primeramente su discípulo Antonio Márquez, que por
enfermedad será sustituido por su pariente, José Márquez.
La financiación de la Iglesia por parte del Duque de Osuna y la situación profesional de Cintora como maestro mayor del Alcázar le permite responder siempre a los intentos de la autoridad eclesiástica por controlar la realización y el proyecto del edificio, apelando a que él solo puede responder ante el Consejo de Castilla pro se arquitecto del alcázar real. Esta polémica será más aguda con relación al diseño del coro, que era percibido como proyectado “contra la práctica más común de este arzobispado”. Cintora salvaría este escollo presentando el proyecto a la Real Academia de San Fernando que, al aprobarlo, daría la razón a nuestro arquitecto.
Es un edificio de ladrillo y mampostería, con tres naves, crucero y coro tras el presbiterio, en forma de ábside semicircular, de raíz palladiana. Se cierra con bóvedas vaídas transversales en las laterales. El crucero se cubre con cúpula; el presbiterio en su primer tramo lo hace con bóveda de medio cañón y en el segundo lo hace con una de cuarto de esfera sostenida por columnas toscazas a modo de baldaquino, separando el espacio del presbiterio y el coro. El buque de la iglesia se sostiene por medio de pilares cuadrangulares son pilastras toscazas adosadas sobre las que apoyan arcos de medio punto. La molduración interna y externa es neoclásica, potentes entablamentos con frisos decorados con triglifos y metopas.
Las trazas del templo se debieron al arquitectos Lucas Cintora, aunque en ocasiones se ha relacionado con otros maestros neoclásicos. Las coincidencias de diseño de su proyecto ideal de templo de 1776 con la iglesia de Arahal, tal como han demostrado los profesores Berchez y Ollero, más la documentación aportado por Ollero sobre el seguimiento a pie de obra, no dejan dudas de su autoría. Como aparejador y jefe de obra trabajó primeramente su discípulo Antonio Márquez, que por
La financiación de la Iglesia por parte del Duque de Osuna y la situación profesional de Cintora como maestro mayor del Alcázar le permite responder siempre a los intentos de la autoridad eclesiástica por controlar la realización y el proyecto del edificio, apelando a que él solo puede responder ante el Consejo de Castilla pro se arquitecto del alcázar real. Esta polémica será más aguda con relación al diseño del coro, que era percibido como proyectado “contra la práctica más común de este arzobispado”. Cintora salvaría este escollo presentando el proyecto a la Real Academia de San Fernando que, al aprobarlo, daría la razón a nuestro arquitecto.
Es un edificio de ladrillo y mampostería, con tres naves, crucero y coro tras el presbiterio, en forma de ábside semicircular, de raíz palladiana. Se cierra con bóvedas vaídas transversales en las laterales. El crucero se cubre con cúpula; el presbiterio en su primer tramo lo hace con bóveda de medio cañón y en el segundo lo hace con una de cuarto de esfera sostenida por columnas toscazas a modo de baldaquino, separando el espacio del presbiterio y el coro. El buque de la iglesia se sostiene por medio de pilares cuadrangulares son pilastras toscazas adosadas sobre las que apoyan arcos de medio punto. La molduración interna y externa es neoclásica, potentes entablamentos con frisos decorados con triglifos y metopas.

Nuestra Señorta de la Victoria
Conserva la armadura de par y nudillo que cubre la nave mayor de tradición mudéjar, con decoración de lazo de ocho en el almizate. Por los detalles decorativos del friso se puede fechar en el siglo XVII. El presbiterio se cubriría con una armadura ochavada ha sido sustituida por una moderna. Debió ser semejante a la de la Victoria de Morón que se conserva en su estado original. Como es habitual en los conventos masculinos andaluces el coro alto se sitúa a los pies de la iglesia y se limita con barandilla de madera, con tintinábulo de diseño característico del siglo XVII.
La torre viene siendo considerada obra del siglo XVIII, pero sus elementos compositivos y decorativos la relacionan con el siglo anterior, en todo caso con los primeros años del XVIII especialmente la caña o base y la parte del cuerpo de campanas se halla la inscripción incompleta siguiente: ACABOSE… F. GROMO ORTIZ que se refiere al promotor de la construcción.

su retablo barroco de poco relieve, está dividido por delgados estípites. La obra puede ser de algún maestro de la comarca, quizás ecijano, del segundo cuarto del siglo XVIII, que había tenido en cuenta las líneas generales del diseño del retablo del convento del Rosario de esta misma localidad, sustituyendo las columnas por estípites y haciendo una obra mucho más plana y menos movida. La gran hornacina central que cobija el tabernáculo ochavado de la imagen titular, rematando por un manifestador y el forzado quiebro del frontón y cornisas.
En la cabecera de la nave del Evangelio se localiza un retablo neoclásico del XIX con una notable escultura de San José con el Niño itinerante, de mediados del XVIII, y atribuido con certeza al círculo de Montes de Oca; en el muro se halla otro retablo de Santa Teresa, con estípites de mediados del mismo siglo.
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