Osuna, la Villa Ducal

Dicen que en Osuna se encuentra una de las calles más hermosas de Europa: la calle de San Pedro, se trata de una de las vías principales de esta localidad. La historia de Osuna se remonta muchos siglos atrás en el tiempo, puede datarse en la prehistoria, época de la que se han encontrado vestigios cerámicos y útiles de piedra, más tardíamente alrededor del año 1000 a.C. se estableció la población tartésica.

Los romanos fueron los primeros en descubrir el interés estratégico de la zona, la importancia de la ciudad fue tal que llegó a acuñar una moneda propia durante el mandato de César, quién también le concedió el privilegio de contar con una ley propia, recogida en unas tablas de bronce.

La importancia adquirida durante la etapa romana decreció durante la dominación árabe, pero resurgió tras la conquista cristiana por el rey Fernando III.
Alfonso X El Sabio, las cedió a la orden de Alcántara y posteriormente pasó a ser señorío propiedad de la .Casa de Ureña, origen del Ducado de Osuna. Uno de los miembros de esta familia, Don Juan Téllez Girón, en el siglo XVI, la dotó de colegiata y universidad así como de diversos monasterios y hospitales. De esta manera la historia de la villa se vincula directamente a la Casa de Osuna, hasta su caída en el siglo XIX.

El patrimonio arquitectónico civil de Osuna es uno de los más bellos y ricos de Andalucía, en parte esta gran riqueza va unida a la Casa de Osuna, que dio la etapa de mayor esplendor gracias al mecenazgo vivido en la ciudad durante los siglos XVI y XVII. En el siglo XVIII se produjo una nueva etapa de prosperidad, una característica fundamental de las construcciones ursaonenses es la utilización del sillar.


La Universidad

Está situada en la zona más elevada de la ciudad, junto a la colegiata. El edificio del siglo XVI tiene planta rectangular, con interesantes torreones en las esquinas. El espacio y su estructura se encuentran en torno a un patio central, del cual arranca una escalera renacentista decorada con yesería.

En la planta baja encontramos una capilla, cuyo retablo está compuesto por siete tablas de Hernando de Esturmio, fechadas en 1548. Frente a la citada capilla se sitúa una estancia llamada “La Girona”, que actualmente se destina a sala de profesores. Sus paredes están decoradas con frescos que, dicen, fueron pintados por el propio Conde de Ureña, estas pinturas murales datan del siglo XVI y representan a los padres de la Iglesia, a los evangelistas, a la Virgen con el niño y diversas escenas paisajísticas.


La Universidad de Osuna fue fundada en 1548 por el IV Conde de Ureña, Don Juan Téllez Girón, en memoria de sus padres y con el fin de luchar contra la reforma religiosa que se estaba produciendo en una parte de Europa.

Aunque el Conde la dotó con generosidad, desde su muerte la Universidad arrastró una penuria económica que le acompañó a lo largo de su historia.

Constaba de cuatro facultades: la de Teología, la de Cánones y Leyes, la de Medicina y la de Artes. La primera fue la que atrajo a un mayor número de alumnos y la que produjo mejores frutos; sus catedráticos eran dominicos, agustinos, franciscanos y carmelitas, lo que a veces, supuso problemas de convivencia a causa de la rivalidad entre las diferentes órdenes.

Desde el año 1771, con la política centradora de Carlos III, la amenaza de la clausura de la Universidad pesó en el ánimo de sus diligentes, profesorado y alumnos, hasta que tras varios altibajos se produjo el cierre definitivo en el año 1824.

Afortunadamente, en la actualidad los estudiantes han vuelto a ocupar sus salas y pasillos, ya que en ellas se encuentra la escuela universitaria de Relaciones Laborales, Empresariales y Enfermería.

Colegiata de Santa María de la Asunción

La magnífica y sorprendente colegiata de Osuna fue fundada por Don Juan Téllez Girón, IV Conde de Ureña y padre del I Duque de Osuna, quién comenzó las Obras del edifico en 1526, años antes de obtener la bula papal para su construcción.

Este templo, de estilo renacentista, sustituyó a la antigua Iglesia parroquial medieval. Parece demostrada la intervención de los arquitectos Diego de Riaño y Martín de Gainza.

Pese a su grandiosidad, los Duques nunca fueron muy generosos a la hora de dotarla económicamente, por lo que siempre arrastró una cierta penuria. Por el contrario, el tesoro de la colegiata era muy valioso, ya que la casa de Osuna era espléndida con las dádivas dedicadas a su equipamiento y ornamentación.

Se trata de un templo lleno de contrastes, frente a su rico interior, el exterior muestra una sorprendente sobriedad y escasez de licencias decorativas. De esta sencillez solo se escapa una de las puertas del edificio: la Puerta del Sol, que cuenta con una bella ornamentación de estilo plateresco.

La Iglesia es de planta rectangular, con tres naves y nueve capillas, y aunque se aprecia cierta influencia gótica, realmente la colegiata supone un ejemplo del arte renacentista. No obstante, ha sufrido diversas reformas a lo largo de su historia, en el siglo XVIII se transformó la Capilla Mayor que pasó a ser barroca y se cambió el arte sonado por bóvedas sobre pechinas decoradas con el escudo de los Duques de Osuna.

Entre las numerosas obras de arte que guarda en su interior podemos destacar: el retablo mayor barroco, que consta de 107 esculturas, así como el de la Virgen de los Reyes, de Santiago Fernández; también cabe destacar una hermosa talla de Juan de Mesa que representa al Cristo de la Misericordia; pero por encima de todo destaca una espléndida colección pictórica de José de Ribera “El Españoleto”, regalo de Doña Catalina Francisca Enríquez, esposa del Duque de Osuna. La fama de Ribera le llevó a ser nombrado pintor de palacio: cuentan que un día el Duque observó una gran muchedumbre admirando un cuadro en el claustro de un convento; se trataba de “El martirio de San Bartolomé”, y fue tal su curiosidad que no cejó hasta que se hizo traer el lienzo, quedó tan admirado por él que ordenó que buscaran a su autor, al cual tras conocerle, lo designó como pintor palaciego. También podemos destacar un valioso conjunto de orfebrería; y un órgano de mesa de finales de siglo XVI, el más antiguo de la provincia.

El Panteón Ducal

Uno de los grandes atractivos de la colegiata es el Panteón Ducal, que fue concebido como enterramiento para los miembros de esta casa nobiliaria y al que se accede a través de una portada renacentista de mármol policromado en negro y oro, adornada con ángeles y diversos motivos funerarios.

Este recinto consta de un bellísimo patio y dos plantas subterráneas una bajo la otra: la Iglesia y la cripta. La primera es una réplica a pequeñísima escala de un templo con tres naves, coro, púlpito y retablo. La cripta encierra una serie de sarcófagos en piedra y madera, con inscripciones relativas a los miembros de la Casa Ducal allí sepultados.


Iglesia de Santo Domingo

Fue la primera de las fundaciones llevadas a cabo por el IV Conde de Ureña y tuvo lugar en 1531. Durante años fue convento dominico, pero de él solo queda la Iglesia, que cuenta con dos portadas de semejantes características. Sobre el tejado destaca la espadaña que consta de dos cuerpos construidos en cantería y azulejos.

El interior se compone de una sola nave, cubierta con una bóveda de cañón que sustituye al perdido arte sonado mudéjar, con diversas capillas abiertas en el muro derecho y a ambos lados de la capilla mayor. El retablo mayor es una obra del siglo XVI realizada por Jerónimo Hernández y Diego de Velasco, y está presidido por una imagen de Santo Domingo penitente atribuido a Montañés.

En la nave encontramos numerosas pinturas y tallas de gran valor, entre las que destacan: un Cristo Atado a la Columna, de principios del siglo XV perteneciente según los estudiosos a la escuela castellana de Siloé; una pintura de la Virgen de Belén del siglo XVII; un lienzo de Juan del Castillo, del siglo XVI que representa a Santo Domingo de Insoriano; y una talla de Santa María Magdalena del siglo XVII.

Algunas de las capillas poseen también interesantes obras, así la del corazón de Jesús cuenta con un retablo compuesto por una serie de tablas del siglo XVI de Antonio de Alfián. Existe otra capilla conocida como de la Familia ya que cuenta con un retablo del siglo XVII, donde aparecen tallas de la Virgen del Rosario con el niño, de San Joaquín y Santa Ana y del Padre Eterno. Presenta un zócalo de azulejos de principios del siglo XVII con motivos de santos dominicos enmarcados por un friso de estilo clasicista ocre y azul. Además encontramos otra capilla, presidida por un retablo de Lorenzo Meléndez, que presenta en su hornacina central una imagen de la Virgen con el niño, además de diferentes pinturas sobre tabla de Alfián.

Monasterio de la Encarnación

Se trata de un recinto que se fundó originariamente como hospital de la Encarnación del Hijo de Dios en 1549, y que contaba con salas separadas para enfermos agudos, crónicos y convalecientes, además de botica y estancia para niños abandonados. Posteriormente fue ocupado por los jesuitas, hasta que la IV Duquesa de Osuna fundó en el solar del antiguo hospital un monasterio de religiosas mercedarias descalzas.

La fachada de la Iglesia es de ladrillo, y el vano de entrada aparece marcado por pilastras y rematado por un frontón partido; en el muro derecho existe otra portada, que data del siglo XVIII, formada también por pilastras que sostienen un arco. El templo es de una sola nave cubierta con bóveda de cañón decorada con yeserías barrocas que enmarcan diferentes pinturas y provistas de una pequeña cúpula sobre pechinas en el presbiterio.

El retablo mayor, de estilo barroco, cuenta con una hornacina central con la imagen de la virgen de la merced. Entrando en el claustro del convento encontramos un patio ornamentado con un hermoso zócalo de azulejería sevillana del siglo XVIII, que constituye un conjunto de valor excepcional; representa los cinco sentidos, las estaciones del año, diversos pasajes de la Biblia, escenas de caza y tauromaquia y la comunidad de las monjas del convento rezando en el coro.


Y del patio pasamos precisamente al coro, que muestra una amplia colección de esculturas, entre las que destaca una Inmaculada atribuida a Alonso Cano y una imagen de San José con el Niño, de la escuela del mismo autor. Destaca en esa estancia una cruz-relicario del XVI, de madera de ébano con incrustaciones de marfil, ágata y lapislázuli.

En la primera planta existen otras dos estancias muy interesantes: la sala de la Comendadora y la saleta de los Niños Jesús. En la primera encontramos una Virgen de los Dolores del siglo XVII de José de Mora y una hornacina con la Virgen de la Merced. En la segunda, aparece diseminada por las paredes una colección de figuras de Niños Jesús del siglo XVII y XVIII, que eran donados por los fieles y por las jóvenes que ingresaban como novicias. Hasta hace algunos años existía la costumbre de que a cada nueva hermana se le asignaba el cuidado de una de estas imágenes, tradición que hoy en día se ha perdido. También se conserva en esta sala una talla del Cristo del Amor del siglo XVI, así como una imagen de una Virgen de los Dolores del XVIII.

La riqueza artística de este convento es tal que cada día recibe numerosas visitas de curiosos y amantes del arte, por lo que una de las hermanas, Sor Ángeles, se brinda gustosa a acompañarles y servir de guía. Por cierto que la despedida es muy dulce, ya que las monjas de la Encarnación son grandes reposteras, y a la salida de la visita se pueden adquirir sus sabrosos pasteles.

Cuenta este convento con un pequeño museo de arte sacro en la llamada “sala de la Virreina”, ya que una virreina de Nápoles ingresó en el monasterio como religiosa.
Según se cuenta, los duques de Osuna anhelaban ser padres de un varón que pudiera heredar el título de nobleza familiar, pero pasaban los años y el bebé no llegaba, así hicieron un voto a Dios: si les concedía un hijo fundaría un convento de la orden de la Merced. Pasó el tiempo y el matrimonio vio realizado su deseo, por lo que cumplieron su promesa y fundaron este monasterio.

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