Morón de la Frontera, Leyenda y Patrimonio

Flanqueado por un fuerte Castillo, corona de un otero correspondiente a las primeras ondulaciones del Sistema Subbético, Morón se encuentra al sureste de la provincia, donde termina la dilatada campiña y comienzan las ondulaciones que dan paso a la Sierra Sur sevillana.

El origen histórico de Morón se remonta al paleolítico, aunque los orígenes como entidad de población civilizada se remontan a los fenicios. También se tiene constancia de asentamientos romanos y visigodos.
Probablemente el primer doblamiento urbano tuvo lugar en la antigüedad tardía y fue protagonizado por inmigrantes norteafricanos, así parece indicarlo la primera denominación de Morón de la Frontera, “Mauror”, con las que los pobladores cercanos llamaban a esta localidad.
En el transcurso de la dominación árabe, su población se desarrolló extraordinariamente, de manera que desbordaron los muros de la ciudadela fortificada. Tras la caída del califato y la incorporación de Morón al sistema de los reinos de Taifas, en el siglo XI, Morón alcanzó su mayor apogeo, hasta llegar en convertirse en capital de uno de estos reinos. alrededor de 1240 tuvo lugar la reconquista cristiana, llevada a cabo por Fernando III El Santo, tras ello Morón vive durante más de dos siglos como ciudad fronteriza, hecho al que debe parte de su denominación actual.
En 1253 Alfonso X El Sabio entrega el castillo y la villa al ayuntamiento de Sevilla, más tarde al no poder mantener los gastos, el ayuntamiento sevillano reintegró Morón a la corona, a la que perteneció hasta 1285, año en el que el rey Sancho IV lo da en señorío a la orden de Alcántara. La villa de Morón estuvo bajo el poder de esta orden hasta 1378, cuando fue devuelta a la corona de Castilla, durante el reinado de Felipe II. Este la cedió como señorío a su hijo Enrique, al morir este sin sucesión, Juan I cede de nuevo la villa a la orden de Alcántara.
En 1461 la orden de Alcántara permuta Morón, el castillo de Cote y Arahal por otras propiedades. De este modo la villa de Morón pasa a pertenecer a los Téllez Girón, Condes de Ureña, de cuyo linaje proceden los Duques de Osuna.
En 1595 la constitución del cabildo por representantes de la nobleza y del pueblo dividido a este en bandos que provocaban continuas luchas dio origen a la conocida leyenda del gallo de Morón.

En 1810 los franceses invadieron Morón e instalaron sus puestos en varios puntos de la villa y el cuartel en el antiguo castillo, que volaron antes de su marcha en 1812. En 1894 la regente María Cristina otorgó el título de ciudad a esta villa.
La Iglesia de San Miguel

La Iglesia de San Miguel Arcángel, conocida como la Catedral de la Sierra Sur, se encuentra en la ciudad de Morón de la Frontera en la provincia de Sevilla. Esta iglesia tuvo un largo proceso constructivo (1506 - 1730) distribuido en cuatro etapas diferentes, por lo que abarca diversos estilos arquitectónicos que van desde el Gótico al Barroco Tardío. Se levanta esta iglesia tras el derrumbe, en el año 1503 de un anterior templo medieval, una construcción que habría sustituido a su vez a una antigua mezquita y de la que quedaría sólo parte de la torre o alminar.La iglesia de San Miguel consta de planta de salón con crucero, tres naves, capillas laterales, retablos y otras dos naves que forman el crucero; el Transepto y el Presbiterio. Su amplio perímetro se completa con la Capilla Mayor, la Capilla Sacramental y la Sacristía. Sus Muros, Pilares y cubiertas están construidos con piedras de sillería. Durante su primera etapa constructiva (primera mitad del siglo XV) se edificó la zona comprendida entre los pies de la iglesia y el comienzo del Crucero, donde se alojan las tres naves del Templo. Los estilos empleados fueron el Gótico Final y el Renacimiento, participando los arquitectos Antón Ruiz, Diego de Riaño y Martín de Gainza. En la segunda etapa constructiva (segunda mitad del siglo XV, y siglo XVI) el arquitecto y Maestro Mayor del Arzobispado de Sevilla, Hernán Ruiz II, terminó el Crucero renacentista y la Cúpula Barroca, y diseñó la portada de la sacristía, que ejecutó el milanés Vermondo Resta. Durante ese periodo, Pedro Díaz de Palacios realiza la ampliación del transepto (1571).La tercera etapa constructiva de la Iglesia de San Miguel (principios del siglo XVII) u “Obra Nueva” se desarrolló en epoca Barroca, y fue el arquitecto Lorenzo de Oviedo quien según diseño de Bermondo Resta, construyó la planta de la Cabecera y rectificó una segunda Sacristía, la linterna y la torre proyectada por Resta. También se le atribuye a Lorenzo de Oviedo el diseño de la capilla sacramental, y el comienzo de la Sacristía.En la cuarta etapa constructiva (primera mitad del siglo XVIII) también encuadrada en la “obra nueva” participaron Resta y Alonso de Vandelvira, terminando la Sacristía y continuando la cabecera del templo, que concluyó Miguel de Zumárraga.Fue Diego Antonio Díaz quién concluyó las obras de la iglesia de San Miguel Arcángel, en concreto la portada principal siguiendo, posiblemente, un diseño de Leonardo de Figueroa.La Fachada y portada principal es de estilo Barroco Tardío ( Diego Antonio Díaz, 1726) obedece a un diseño de Diego Figueroa, y se articula mediante cuatreo grandes pilastras de Orden Compuesto que señalan tres calles en relación con las naves del templo.Su hastial está retranqueado, en su centro tiene un óculo ochavado flanqueado por dos torreones semicirculares, y las calles laterales de la fachada tienen sendos escudos; el del cabildo eclesiástico (derecha) y el de los Téllez-Girón (izquierda). La calle central contiene la portada principal, subdividida en una portada exterior (con una escultura de San Miguel en el centro, y en sus extremos otras de San Pablo y de San Pedro, de Domingo Graseli, 1722) y una portada interior ( con dos columnas Compuestas Salomónicas y un frontón , en cuyo centro hay una Inmaculada en barro cocido, obra también de Graseli.La Portada del Evangelio , Llamada también “Puerta Chica” es la mas antigua de esta iglesia. Su construcción (siglo XVI) en piedra de cantería es de estilo gótico Isabelino y en su dintel puede leerse “DESDE AQUISE COMIENZA LA ESTAZION DEL CALBARIO AÑO 1614”.La Portada de la Epístola, también llamada del archivo o Sur (Diego Antonio Díaz, siglo XVIII) es de simple ejecución y esta enmarcada por pilastras y dintel decorado con molduras. La Torre Campanario fue edificada sobre cimientos de un alminar almohade por dos maestros mayores del Arzobispado de Sevilla (Cristóbal Ortiz y Francisco Moreno, siglo XVII) quienes siguieron un proyecto de Vermondo Resta. Construida en ladrillo, es de planta cuadrada y se compone de tres cuerpos, linterna y se remata con una veleta de San Miguel. Su altura es de casi 47 metros, esta adosada irregularmente a los pies de la nave del Evangelio y tiene nueve campanas de bronce colocadas entre 1680 y 1700.Interiormente el templo tiene importantes obras muebles y de interés, como son el Retablo Mayor realizado por Jerónimo Velázquez, la imagen de La Inmaculada de Luisa Roldán "La Roldana", y el bajorrelieve de La Circuncisión de Andrés de Ocampo.Bien de interés cultural, esta iglesia de San Miguel Arcángel está declarada como monumento, y así aparece publicado en el BOE en el año 1970.En San Miguel se recoge la historia de los últimos 500 años de Morón de la Frontera.Desde el punto de vista artístico hay que destacar su fisonomía, que es resultado de más de tres siglos de construcción, por ello el edificio no responde a un estilo arquitectónico concreto, sino que presenta una sucesión de estilos diversos.Por ultimo quiero apuntar el lamentable estado de conservación que presenta actualmente la “Catedral de la Sierra Sur”. La estructura de la iglesia se encuentra en situación crítica. Esperemos que pronto se lleve a cabo un riguroso proyecto de restauración y conservación para que la Iglesia de San Miguel se salve para generaciones venideras.
Leyenda del Gallo de Morón

Cuentan las antiguas crónicas que, allá por los años de mil quinientos, el pueblo de Morón se encontraba dividido en dos bandos, cada uno capitaneado por sus
respectivos alcaldes.Era tal la rivalidad existente entre ellos que cualquier problema, por simple que fuera, se convertía en una cuestión de fuerza y poder, por lo que continuamente la tranquilidad y sosiego del pueblo se veía rota por estos apasionados enfrentamientos.Se afirma que, cuando se trataban temas relacionados con los nombramientos de las nuevas autoridades locales, las disputas tomaban entonces tintes de motín, por lo que su repercusión llegaba hasta la capital, donde se consideraba a Morón como uno de los pueblos más rebeldes y difíciles de gobernar de todo el reino.

Es más, la Chancillería de Sevilla y de Granada, y aun la misma Corte de Madrid, insisten los cronistas, estaban asombrados ante los asuntos de Morón, pues no sabían qué hacer, ya que aunque mandaran jueces imparciales, las dos facciones, usando todas las artimañas, trucos y trampas posibles no los reconocían, ya que afirmaban que el orgullo de Morón no admitía ningún arbitraje ajeno, aunque éste viniese respaldado por el más alto tribunal.Pero como estas divergencias y rencores, en lugar de apagarse cada vez eran más y más hondas, a la Chancillería de Granada no le quedó otro remedio que
volver a intervenir en los asuntos de Morón.Así, en la primavera de 1597 , siendo señores de Morón mandó a Morón al doctor Juan Esquivel ( Audiencia Regional de Andalucía ) que, a tenor de las crónicas, tenía pocas luces amén de un carácter fuerte y poco tratable. Además, se dirigía de forma grosera a los señores de Morón, a quienes provocaba diciendo, entre otras cosas, que donde él estuviera no había más gallo que él, razón por la que los lugareños le comenzaron a llamar el “Gallo de Morón”.Cansado todo el pueblo de Morón de sus tonterías y palabrerías, así como de sus insultos y provocaciones, motivó que los grandes señores de la villa se reuniesen para vengarse de todo lo que estaba diciendo y haciendo.De este modo, una noche con engaños fue sacado sigilosamente al Camino de Canillas el doctor Esquivel, donde le desnudaron de todas sus ropas y, dándole una paliza con varas de acebuche, le “invitaron amablemente” a marcharse con la condición de que si volvía a presentarse, lo pasaría mucho peor, ya que no lo
contaría más.Desde ese día, en las calles de Morón se canta una coplilla que recuerda a todo el mundo este suceso, y que dice así:

Anda que te vas quedando
como el Gallo de Morón,
sin plumas y cacareando
en la mejor ocasión

Paseo del Gallo
Este paseo, que ha sufrido varias remodelaciones a lo largo de su historia, fue levantado a principios del siglo XX a iniciativa de don Jerónimo Villalón-Daóiz y Pérez de Vera, quien encargó al escultor José Márquez Fernández ( Sevilla ) la realización de la escultura del gallo para situarla en el mismo, y desde 1916 recuerda a sus visitantes su famosa Leyenda. La escultura es de bronce y su peso es de 98 kilos.
El Castillo de Morón de la Frontera

Es uno de los vestigios arquitectónicos más antiguos que se conservan en la localidad, y recuerda su gloriosa y noble existencia histórica. Se encuentra situado en el centro urbano del municipio, sobre un cerro elevado, desde donde se divisa la Campiña y la Sierra Sur de Sevilla.

En época romana se construyó una cerca de piedra para proteger a los pobladores de la zona, aunque también hubo asentamientos tartesios, incluso anteriores. Pero son los árabes los que en el 711 empiezan a reforzar los restos de murallas romanas y visigodas existentes, convirtiendo la capital en una cora.

En el siglo XI, tras el desmembramiento del califato de Córdoba, Morón se convierte en reino de Taifas y el Castillo alcanza una gran importancia. Fue reconquistado por los cristianos del rey Fernando III “El Santo” en el año 1240, tras un largo asedio.

Entre los siglos XIII y XIV es entregado a la Orden de Alcántara para su custodia. A partir de mediados del siglo XVI los Condes de Ureña, posteriormente Duques de Osuna y Señores de Morón, hacen del Castillo su residencia habitual, adaptando sus viejas funciones a las nuevas.

Los Condes en su dominio de la fortaleza decidieron proseguir con la Gran Torre del Homenaje, comenzada por operarios mudéjares. Este proyecto consistía en elevarla con dos cuerpos más, sin embargo se quedó en un solo cuerpo pues, el emperador Carlos V, por desavenencias con Pedro Téllez-Girón, tercer Conde de Ureña, ordenó paralizar la obra. Se dispusieron a obrar por toda la zona fortificada para convertirla en palacio.

Las únicas fuentes referentes al aspecto grandioso de la fortaleza, las aporta Balbuena, historiador del siglo XVII que visitaba la fortificación a menudo. A continuación os detallamos la descripción del suntuoso palacio descritas por Balbuena:

“…se entraba por la puerta del Cordón, dejando la Torre del Homenaje a la izquierda, esta puerta se llamaba así porque tenía un cordón alrededor de la portada, labrada de cantería con tanto primor que todos los que la veían se admiraban de su arquitectura…entrando en el primer patio, a mano derecha había dos aljibes… saliendo de este patio se entraba en un claustro todo de mármoles labrados en Portugal, alrededor de este claustro había mucha sala grandiosa, los enmaderados eran de castaño, las puertas y quicios dorados, una sala llena de armas de todos los géneros… De cara a la puerta por donde se subía a lo alto, eran tantas las salas y aposentos que cuando entraba alguno era menester traer personas de las que habitaban el castillo, para que encontraran la salida… en una parte hechas mazmorras, en otras silos… la Iglesia de la Magdalena estaba en medio del llano y los Condes de Ureña la introdujeron en el palacio, y allí hicieron una capilla toda llena de rejas y balcones, unos con azulejos, otros dorados, que eran admiración de todos los que lo admiraban… sus salas estaban tan aderezadas que cuando los Duques venían a esta Villa, se aposentaban en el como en un palacio…” .

En los siglos XVII y XVIII, el Castillo queda prácticamente abandonado y se inicia un periodo de desmantelamiento y destrucción, que culmina en 1810 con la ocupación napoleónica.

El esplendor de este Castillo, con una larga historia, terminó cuando Soult, mariscal de las tropas napoleónicas, ordenó dinamitarlo en su retirada de la ciudad
La Iglesia de San Francisco

Dentro de las innumerables fundaciones benéficas y piadosas de la Alta Nobleza sevillana se encuentra el convento franciscano del Corpus Christi, patronato de los Condes de Ureña.

Este antiguo convento fue fundado por el Conde de Ureña, Don Juan Téllez-Girón en 1541. La portada se fecha en 1550 y está compuesta por un arco de medio punto entre pilastras cajeadas de estilo corintio sobre pedestales, a pesar de ser muy sencilla, no deja de presentar una gran semejanza con las portadas laterales que flanquean la Puerta del Sol de la Colegiata de Osuna. En el entablamento que corona el vano hay una inscripción inmaculadista y en el tímpano hallamos el escudo del convento del Corpus Christi rematado por flameros.

La espadaña, situada en la cabecera de la nave, es de ladrillo y estuvo compuesta de dos cuerpos y dos vanos.

La iglesia conserva parte del antiguo convento, como es el claustro de dos plantas y arcos de medio punto. Este convento pasó por diferentes vicisitudes, desde las desamortizaciones sufridas durante el reinado de Isabel II. La iglesia es de planta rectangular y posee una sola nave de siete tramos separados por pilastras pareadas que se cubre con bóveda de medio cañón con arcos fajones y falsos lunetos. Tienen tres capillas adosadas al muro del Evangelio. A finales del siglo XVI y principios del XVII se decoró la iglesia con yesería y se levantó el claustro del convento el cual consta de dos plantas y siete arcos de medio punto sobre columnas de mármol. La planta baja se cubre con vigas de madera.

A los pies de la nave se encuentra un lienzo atribuido a Rivera, titulado “Las Lágrimas de San Pedro”.

En el lado del Evangelio se encuentran tres capillas, la primera se cubre con bóvedas sobre pechinas, decoradas con yeserías del siglo XVIII. Es la capilla del sagrario, que contiene la imagen de “La Oración en el Huerto” de Luis de Peña, de 1628. En la segunda capilla destaca la bóveda de yeserías con decoración de temas vegetales y atlantes. Es la capilla de la Vera-Cruz.

Sobre sale en la iglesia el retablo mayor, construido entre 1766 y 1779. Es de madera y está compuesto por bancos, un cuerpo de tres calles, compartimentadas por columnas estriadas y ático. La hornacina central está ocupada con una Virgen Milagrosa. Las calles laterales albergan esculturas de San Francisco y San Antonio que datan del siglo XVIII.

En una hornacina del lado de la Epístola se encuentra la Virgen de las Aguas, del siglo XVII, de Luis de Peña. Le continúa una Virgen de candelero, la de los Remedios, del siglo XVIII. En el mismo lado, hay un crucificado, de 1592, atribuido a Baltasar López. La iglesia contiene una cofradía llamada del Cristo de la Agonía y Nuestra Señora de Loreto

Arahal, un alto en el camino

En el siglo XV debe ser ya un lugar de relativa importancia cuando pasa con Morón a manos del Marqués de Villena, valido de Enrique IV y poco tiempo después, en 1477, a la casa de los Téllez Girón, condes de Ureña y señores de Osuna. Por sentencia del consejo supremo de Castilla, confirmada pro los Reyes Católicos y refrenada por el Sumo Pontífice Sixto IV, Arahal pasa definitivamente a depender de la Casa de Osuna. Este episodio viene a ser un acto más del proceso de señorialización de Andalucía a fines de la Edad Media, tras el cual buena parte de la región occidental pasará a manos de la alta nobleza. Desde entonces y hasta el siglo XIX la villa formará parte del Estado de Osuna.

La concesión por parte de Carlos V del estatus de villa en 1554, con término y concejo independiente de Morón, supuso para este pueblo su carta de naturaleza. Pero los privilegios que le concedió el monarca sobre los nombramientos de los regidores municipales no fueron bien vistos por la casa ducal, produciéndose a partir de este momento multitud de pleitos encaminados a sustraerse del poder señorial, en el nombramiento de los miembros del concejo. Como se ha podido comprobar gracias a los censos realizados durante el siglo XVI, la población crece de forma notable hasta el punto de que a finales de siglo existen unos 1000 hogares, lo que supone una población aproximada de 5.000 personas. Conformándose desde ahora como una localidad media de la Campiña andaluza.

El arraigado sentido de la autonomía municipal, ligado a sus orígenes, le llevó a la compra de nuevos privilegios en tiempos de Felipe IV. El siglo XVIII es también otro momento de expansión, tal como lo atestigua el urbanismo y los datos de población que, en 1787, debían ser unos 7000 habitantes, según calculaba el ilustrado Gutiérrez Bravo en su descripción de la villa. Efectivamente tanto el número de calles ocupadas como los edificios conservados de finales del siglo XVIII, responden tanto a dicho aumento de la población, como al auge económico producido por la mejora de las rentas agrarias.

El siglo XIX, como en el resto de Andalucía, producirá en Arahal una sucesión rápida de cambios políticos y un empeoramiento paulatino de las condiciones de vida de los jornaleros. Además de ser lugar de parada y fonda de numerosos viajeros románticos que vienen a Andalucía buscando costumbres “primitivas” y exotismo oriental.
Parroquia de Santa María Magdalena

Arruinada la antigua parroquia de traza mudéjar en 1755 pro el terremoto de Lisboa, de la que restan su torre y su sagrario barrocos se acometió la construcción de uno de los templos más grandiosos de la provincia. Las dos grandes actuaciones del neoclasicismo, en la provincia que más se resistió a la estética de la Ilustración, fueron la construcción de esta monumental parroquia y la destrucción del espléndido retablo barroco del Sagrario de la Catedral Sevillana, pasto de las llamas por voluntad de los tardoilustrados sevillanos.

Las trazas del templo se debieron al arquitectos Lucas Cintora, aunque en ocasiones se ha relacionado con otros maestros neoclásicos. Las coincidencias de diseño de su proyecto ideal de templo de 1776 con la iglesia de Arahal, tal como han demostrado los profesores Berchez y Ollero, más la documentación aportado por Ollero sobre el seguimiento a pie de obra, no dejan dudas de su autoría. Como aparejador y jefe de obra trabajó primeramente su discípulo Antonio Márquez, que por enfermedad será sustituido por su pariente, José Márquez.

La financiación de la Iglesia por parte del Duque de Osuna y la situación profesional de Cintora como maestro mayor del Alcázar le permite responder siempre a los intentos de la autoridad eclesiástica por controlar la realización y el proyecto del edificio, apelando a que él solo puede responder ante el Consejo de Castilla pro se arquitecto del alcázar real. Esta polémica será más aguda con relación al diseño del coro, que era percibido como proyectado “contra la práctica más común de este arzobispado”. Cintora salvaría este escollo presentando el proyecto a la Real Academia de San Fernando que, al aprobarlo, daría la razón a nuestro arquitecto.

Es un edificio de ladrillo y mampostería, con tres naves, crucero y coro tras el presbiterio, en forma de ábside semicircular, de raíz palladiana. Se cierra con bóvedas vaídas transversales en las laterales. El crucero se cubre con cúpula; el presbiterio en su primer tramo lo hace con bóveda de medio cañón y en el segundo lo hace con una de cuarto de esfera sostenida por columnas toscazas a modo de baldaquino, separando el espacio del presbiterio y el coro. El buque de la iglesia se sostiene por medio de pilares cuadrangulares son pilastras toscazas adosadas sobre las que apoyan arcos de medio punto. La molduración interna y externa es neoclásica, potentes entablamentos con frisos decorados con triglifos y metopas.
La torre es una obra de excepcional calidad y muestra la maestría en la talla del ladrillo de los alarifes de la comarca. Está formada por tres cuerpos y chapitel piramidal, siendo los dos primeros de planta cuadrangular y el último octogonal. Siguiendo modelos hispalenses de tipo todavía protobarrocos como el de la parroquia de San Pedro de Sevilla. Está decorada con azulejos de los siglos XVI y XVII, plenamente integrados en las pilastras y paneles, además de unas ménsulas de cuello de paloma propias del siglo XVII, lo que avalaría una cronología anterior a la del siglo XVIII, que se le atribuye tradicionalmente. En las fotos antiguas, colocada en una cartela, entre los vanos del cuerpo de campanas, se vislumbraba una fecha prácticamente borrada que bien pudiera responder a una restauración. Por los rasgos formales externos podría adscribirse al último tercio del siglo XVII.

Nuestra Señorta de la Victoria

El antiguo convento de los mínimos fue fundado por don Juan Téllez Girón, IV conde de Ureña en 1546, sobre una antigua ermita dedicada a San Sebastián. Las obras se debieron concluir en 1551, cuando tomaron posesión la comunidad de padres mínimos. La casa ducal de Osuna protegió a esta orden en todos sus territorios, poco después se funda la Victoria de Osuna en 1549 y la de Morón en 1549. Del conjunto original sólo se conservan el templo y una parte del claustro, de líneas muy sencillas, propio del siglo XVII.
Conserva la armadura de par y nudillo que cubre la nave mayor de tradición mudéjar, con decoración de lazo de ocho en el almizate. Por los detalles decorativos del friso se puede fechar en el siglo XVII. El presbiterio se cubriría con una armadura ochavada ha sido sustituida por una moderna. Debió ser semejante a la de la Victoria de Morón que se conserva en su estado original. Como es habitual en los conventos masculinos andaluces el coro alto se sitúa a los pies de la iglesia y se limita con barandilla de madera, con tintinábulo de diseño característico del siglo XVII.

La torre viene siendo considerada obra del siglo XVIII, pero sus elementos compositivos y decorativos la relacionan con el siglo anterior, en todo caso con los primeros años del XVIII especialmente la caña o base y la parte del cuerpo de campanas se halla la inscripción incompleta siguiente: ACABOSE… F. GROMO ORTIZ que se refiere al promotor de la construcción.

su retablo barroco de poco relieve, está dividido por delgados estípites. La obra puede ser de algún maestro de la comarca, quizás ecijano, del segundo cuarto del siglo XVIII, que había tenido en cuenta las líneas generales del diseño del retablo del convento del Rosario de esta misma localidad, sustituyendo las columnas por estípites y haciendo una obra mucho más plana y menos movida. La gran hornacina central que cobija el tabernáculo ochavado de la imagen titular, rematando por un manifestador y el forzado quiebro del frontón y cornisas.

En la cabecera de la nave del Evangelio se localiza un retablo neoclásico del XIX con una notable escultura de San José con el Niño itinerante, de mediados del XVIII, y atribuido con certeza al círculo de Montes de Oca; en el muro se halla otro retablo de Santa Teresa, con estípites de mediados del mismo siglo.

La Puebla de Cazalla, la Banda Morisca


Tierra de buenos cantaores flamencos en la orilla izquierda del río Corbones y a unos 65 kilómetros de la capital. Tierra de aceite y algodón que le dan color verde y blanco a sus campos cultivados.
Numerosos vestigios romanos hallados en La Puebla de Cazalla como lápidas, sepulcros, cerámicas y monedas, dan fe de su rico pasado. Turdetanos, romanos, visigodos y árabes dejaron su huella en esta tierra. Durante la época musulmana, adquirió gran relevancia, teniendo entonces un importante castillo, hoy en ruinas.
El nombre de la localidad pude tener origen romano, en la palabra castra, que significa campamento militar y que los árabes transformarían en castalla. En1253, en el repartimiento de Sevilla tras la conquista, se refleja el nombre de Cazalla de la Frontera, por su ubicación en la banda morisca, limítrofe con las tierras en poder musulmán.
El término fue entregado por Fernando III a la Orden de Calatrava y de sus manos pasó a la de los Téllez Girón, futuros duques de Osuna, que con el fin de repoblarla y defenderla le otorgaron en 1464 una Carta Puebla, a partir de la cual se funda la población bajo la denominación de Puebla de Cazalla.
Aquí nacieron algunos de los mejores cantaores que ha dado el flamenco: La Niña de la Puebla, Diego Clavel, Manuel Gerena y José Menese, y aquí se celebra un festival de cante jondo muy peculiar, la Reunión de Cante Jondo que a diferencia de la mayoría de los festivales flamencos, conserva el ambiente recogido de una auténtica cumbre de cante jondo.
Los espacios naturales de La Puebla de Cazalla son de gran belleza, como la cuenca del río Corbones y alrededores, y zonas de monte como El Pinalejo, con encinas y arroyos. En la actualidad son algo más de 11.000 sus habitantes que se denominan puebleños o moriscos.


Iglesia de Nuestra Señora de las Virtudes

La Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de las Virtudes situada la Plaza del Cardenal Spínola de La Puebla de Cazalla (Provincia de Sevilla, España) supone por sus características un exponente del devenir histórico del municipio, ya que su origen se remonta al siglo XVI, cuando Juan Téllez de Girón, duque de Osuna, manda construirla bajo esta advocación, al pasar la fortaleza y Castillo de Cazalla al dominio de la casa ducal de Osuna y decidir este repoblarla.
Por su ubicación, sobre los restos del castillo, en la zona más alta del escarpe, ha sido siempre el principal elemento de referencia del perfil urbano del núcleo desde el entorno medio y lejano, y un elemento determinante de la trama urbana, configurándose en torno a ella el sector más cualificado del pueblo.
La reconstrucción del inmueble, entre 1821 y 1834, debida al arquitecto Tiburcio Pérez Cuervo, arquitecto madrileño de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, según la estética neoclásica, por encargo del entonces décimo duque de Osuna, Francisco de Borja Téllez Girón, la hacen ejemplar entre los templos parroquiales de la provincia de Sevilla.
El origen de este edificio se remonta a principios del siglo XVI, cuando don Juan Téllez Girón, promete construir una iglesia con el nombre de Nuestra Señora de las Virtudes, una vez que el castillo y fortaleza de Cazalla pasan al dominio de la casa ducal de Osuna y esta decide repoblar la zona.
En 1809, como consecuencia del mal estado de conservación, se produjo el desplome de la techumbre de la nave central y del evangelio, por lo que los enseres pasaron al Convento de los Mínimos que funcionó como parroquia muchos años. Durante la invasión napoleónica, el templo se utilizó como cuartel, quedando todos los muros llenos de troneras, lo que motivará que una vez terminada la guerra, el décimo duque de Osuna, don Francisco Borja Téllez Girón, ordene en el año 1813, su derribo y el levantamiento de un templo nuevo desde los cimientos.
El proyecto del nuevo templo se debe al arquitecto madrileño, Tiburcio Pérez Cuervo. Los planos se aprobaron definitivamente en 1821 por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y las obras comenzaron el 1824, construyéndose la nueva iglesia en el mismo lugar en el que estaba la anterior y aprovechándose los materiales de ésta.
En 1834 el duque de Osuna dejó de financiar las obras, paralizándose la construcción una vez alcanzada la altura de las cornisas y quedando sólamente cubiertas las naves laterales, lo que hizo que el pueblo se movilizara consiguiendo que en 1848 el Ministerio de Gracia y Justicia aprobase el expediente de obras.
En 1861 es elaborado un nuevo proyecto por el arquitecto diocesano, Manuel Portillo Navarrete, las obras se reanudaron en 1866, prolongándose durante bastante tiempo, ya que hasta el año 1886 no se bendice la iglesia. Será a principios del siglo XX cuando finalicen, pero en 1936, con motivo de la guerra civil, la iglesia es saqueada e incendiada, perdiéndose totalmente la techumbre además de la mayoría de los bienes muebles.


Convento de Nuestra Señora de la Candelaria

“Fundación de la Orden mínima, posee una nave central y capillas laterales habiendo adoptado transformaciones arquitectónicas en sucesivos siglos.”

Perteneció a la Orden de los Mínimos siendo construida en ladrillo y tapial. Consta de una sola nave central, dos naves de capilla y cuatro tramos. Su cubierta es de bóveda de cañón con lunetos en la central y cúpula sobre pechinas en el crucero el cual conserva restos de yeserías. La nave del Evangelio se cubre con cielo raso.

Fue construida a finales del XVI y comienzos del XVII de cuya época se conservan arquerías de medio punto, alfiz y baquetones. Posteriormente fue reformada en los siglos siguientes. En la primera etapa se llevó a cabo la ordenación del interior y el tipo de los pilares. En la segunda etapa la portada y la fachada. La tercera etapa corresponde a la construcción de las dos capillas que se abren en las cabeceras de las naves laterales.

La portada en su arco superior lleva un arco de medio punto. Es adintelada y está flanqueada por pilastras de estilo toscazo que soportan un frontón curvo y roto que da paso a un segundo cuerpo, con hornacina central que se flanquea con pilastras rematadas en jarras.

Sobresale el retablo mayor de tipo hornacina, del segundo tercio del siglo XVIII, y que es obra de los talleres de Estepa. El ático guarda un relieve de Santo Tomás de Aquino. Dicho retablo en madera dorada consta de banco, cuerpo con ático y calle.

Hay que destacar de este edificio dos puertas de madera tallada del siglo XVIII y la imagen de candelero de Nuestra Señora de los Dolores de ese mismo siglo, año de 1718, cuyo autor fue Montes de Oca. Ambas puertas se encuentran en la cabecera de la nave izquierda y están cerradas por una reja fechada en 1856. Dicha capilla se hallas a los pies de la nave de la Epístola.

En la capilla de la misma nave de la Epístola encontramos un retablo en madera sin dorar con la imagen de San Antonio, obra del XVIII. Luego, otro retablo de San Francisco en madera dorada y policromada formado por banco, cuerpo y ático decorado con guirnaldas y frutas del siglo XVIII también. Otro retablo, neoclásico, del XIX, con imagen de Cristo moderna se organiza en banco, cuerpo y remate.
Debemos hacer sobresalir la Virgen del Mayor Dolor en su Soledad y el Cristo de la Veracruz.
En la sacristía descubrimos una cajonería que data de 1714 y un cáliz de plata dorada de 1849 donde podemos apreciar los punzones de los plateros Prolongo y Leal.
La torre, situada a los pies se halla ordenada en tres cuerpos. El primero con vanos de medio punto enmarcado en pilastras toscazas; el segundo alberga el cuerpo de campanas, y el tercero se remata con cerámica del siglo XVIII.

Osuna, la Villa Ducal

Dicen que en Osuna se encuentra una de las calles más hermosas de Europa: la calle de San Pedro, se trata de una de las vías principales de esta localidad. La historia de Osuna se remonta muchos siglos atrás en el tiempo, puede datarse en la prehistoria, época de la que se han encontrado vestigios cerámicos y útiles de piedra, más tardíamente alrededor del año 1000 a.C. se estableció la población tartésica.

Los romanos fueron los primeros en descubrir el interés estratégico de la zona, la importancia de la ciudad fue tal que llegó a acuñar una moneda propia durante el mandato de César, quién también le concedió el privilegio de contar con una ley propia, recogida en unas tablas de bronce.

La importancia adquirida durante la etapa romana decreció durante la dominación árabe, pero resurgió tras la conquista cristiana por el rey Fernando III.
Alfonso X El Sabio, las cedió a la orden de Alcántara y posteriormente pasó a ser señorío propiedad de la .Casa de Ureña, origen del Ducado de Osuna. Uno de los miembros de esta familia, Don Juan Téllez Girón, en el siglo XVI, la dotó de colegiata y universidad así como de diversos monasterios y hospitales. De esta manera la historia de la villa se vincula directamente a la Casa de Osuna, hasta su caída en el siglo XIX.

El patrimonio arquitectónico civil de Osuna es uno de los más bellos y ricos de Andalucía, en parte esta gran riqueza va unida a la Casa de Osuna, que dio la etapa de mayor esplendor gracias al mecenazgo vivido en la ciudad durante los siglos XVI y XVII. En el siglo XVIII se produjo una nueva etapa de prosperidad, una característica fundamental de las construcciones ursaonenses es la utilización del sillar.


La Universidad

Está situada en la zona más elevada de la ciudad, junto a la colegiata. El edificio del siglo XVI tiene planta rectangular, con interesantes torreones en las esquinas. El espacio y su estructura se encuentran en torno a un patio central, del cual arranca una escalera renacentista decorada con yesería.

En la planta baja encontramos una capilla, cuyo retablo está compuesto por siete tablas de Hernando de Esturmio, fechadas en 1548. Frente a la citada capilla se sitúa una estancia llamada “La Girona”, que actualmente se destina a sala de profesores. Sus paredes están decoradas con frescos que, dicen, fueron pintados por el propio Conde de Ureña, estas pinturas murales datan del siglo XVI y representan a los padres de la Iglesia, a los evangelistas, a la Virgen con el niño y diversas escenas paisajísticas.


La Universidad de Osuna fue fundada en 1548 por el IV Conde de Ureña, Don Juan Téllez Girón, en memoria de sus padres y con el fin de luchar contra la reforma religiosa que se estaba produciendo en una parte de Europa.

Aunque el Conde la dotó con generosidad, desde su muerte la Universidad arrastró una penuria económica que le acompañó a lo largo de su historia.

Constaba de cuatro facultades: la de Teología, la de Cánones y Leyes, la de Medicina y la de Artes. La primera fue la que atrajo a un mayor número de alumnos y la que produjo mejores frutos; sus catedráticos eran dominicos, agustinos, franciscanos y carmelitas, lo que a veces, supuso problemas de convivencia a causa de la rivalidad entre las diferentes órdenes.

Desde el año 1771, con la política centradora de Carlos III, la amenaza de la clausura de la Universidad pesó en el ánimo de sus diligentes, profesorado y alumnos, hasta que tras varios altibajos se produjo el cierre definitivo en el año 1824.

Afortunadamente, en la actualidad los estudiantes han vuelto a ocupar sus salas y pasillos, ya que en ellas se encuentra la escuela universitaria de Relaciones Laborales, Empresariales y Enfermería.

Colegiata de Santa María de la Asunción

La magnífica y sorprendente colegiata de Osuna fue fundada por Don Juan Téllez Girón, IV Conde de Ureña y padre del I Duque de Osuna, quién comenzó las Obras del edifico en 1526, años antes de obtener la bula papal para su construcción.

Este templo, de estilo renacentista, sustituyó a la antigua Iglesia parroquial medieval. Parece demostrada la intervención de los arquitectos Diego de Riaño y Martín de Gainza.

Pese a su grandiosidad, los Duques nunca fueron muy generosos a la hora de dotarla económicamente, por lo que siempre arrastró una cierta penuria. Por el contrario, el tesoro de la colegiata era muy valioso, ya que la casa de Osuna era espléndida con las dádivas dedicadas a su equipamiento y ornamentación.

Se trata de un templo lleno de contrastes, frente a su rico interior, el exterior muestra una sorprendente sobriedad y escasez de licencias decorativas. De esta sencillez solo se escapa una de las puertas del edificio: la Puerta del Sol, que cuenta con una bella ornamentación de estilo plateresco.

La Iglesia es de planta rectangular, con tres naves y nueve capillas, y aunque se aprecia cierta influencia gótica, realmente la colegiata supone un ejemplo del arte renacentista. No obstante, ha sufrido diversas reformas a lo largo de su historia, en el siglo XVIII se transformó la Capilla Mayor que pasó a ser barroca y se cambió el arte sonado por bóvedas sobre pechinas decoradas con el escudo de los Duques de Osuna.

Entre las numerosas obras de arte que guarda en su interior podemos destacar: el retablo mayor barroco, que consta de 107 esculturas, así como el de la Virgen de los Reyes, de Santiago Fernández; también cabe destacar una hermosa talla de Juan de Mesa que representa al Cristo de la Misericordia; pero por encima de todo destaca una espléndida colección pictórica de José de Ribera “El Españoleto”, regalo de Doña Catalina Francisca Enríquez, esposa del Duque de Osuna. La fama de Ribera le llevó a ser nombrado pintor de palacio: cuentan que un día el Duque observó una gran muchedumbre admirando un cuadro en el claustro de un convento; se trataba de “El martirio de San Bartolomé”, y fue tal su curiosidad que no cejó hasta que se hizo traer el lienzo, quedó tan admirado por él que ordenó que buscaran a su autor, al cual tras conocerle, lo designó como pintor palaciego. También podemos destacar un valioso conjunto de orfebrería; y un órgano de mesa de finales de siglo XVI, el más antiguo de la provincia.

El Panteón Ducal

Uno de los grandes atractivos de la colegiata es el Panteón Ducal, que fue concebido como enterramiento para los miembros de esta casa nobiliaria y al que se accede a través de una portada renacentista de mármol policromado en negro y oro, adornada con ángeles y diversos motivos funerarios.

Este recinto consta de un bellísimo patio y dos plantas subterráneas una bajo la otra: la Iglesia y la cripta. La primera es una réplica a pequeñísima escala de un templo con tres naves, coro, púlpito y retablo. La cripta encierra una serie de sarcófagos en piedra y madera, con inscripciones relativas a los miembros de la Casa Ducal allí sepultados.


Iglesia de Santo Domingo

Fue la primera de las fundaciones llevadas a cabo por el IV Conde de Ureña y tuvo lugar en 1531. Durante años fue convento dominico, pero de él solo queda la Iglesia, que cuenta con dos portadas de semejantes características. Sobre el tejado destaca la espadaña que consta de dos cuerpos construidos en cantería y azulejos.

El interior se compone de una sola nave, cubierta con una bóveda de cañón que sustituye al perdido arte sonado mudéjar, con diversas capillas abiertas en el muro derecho y a ambos lados de la capilla mayor. El retablo mayor es una obra del siglo XVI realizada por Jerónimo Hernández y Diego de Velasco, y está presidido por una imagen de Santo Domingo penitente atribuido a Montañés.

En la nave encontramos numerosas pinturas y tallas de gran valor, entre las que destacan: un Cristo Atado a la Columna, de principios del siglo XV perteneciente según los estudiosos a la escuela castellana de Siloé; una pintura de la Virgen de Belén del siglo XVII; un lienzo de Juan del Castillo, del siglo XVI que representa a Santo Domingo de Insoriano; y una talla de Santa María Magdalena del siglo XVII.

Algunas de las capillas poseen también interesantes obras, así la del corazón de Jesús cuenta con un retablo compuesto por una serie de tablas del siglo XVI de Antonio de Alfián. Existe otra capilla conocida como de la Familia ya que cuenta con un retablo del siglo XVII, donde aparecen tallas de la Virgen del Rosario con el niño, de San Joaquín y Santa Ana y del Padre Eterno. Presenta un zócalo de azulejos de principios del siglo XVII con motivos de santos dominicos enmarcados por un friso de estilo clasicista ocre y azul. Además encontramos otra capilla, presidida por un retablo de Lorenzo Meléndez, que presenta en su hornacina central una imagen de la Virgen con el niño, además de diferentes pinturas sobre tabla de Alfián.

Monasterio de la Encarnación

Se trata de un recinto que se fundó originariamente como hospital de la Encarnación del Hijo de Dios en 1549, y que contaba con salas separadas para enfermos agudos, crónicos y convalecientes, además de botica y estancia para niños abandonados. Posteriormente fue ocupado por los jesuitas, hasta que la IV Duquesa de Osuna fundó en el solar del antiguo hospital un monasterio de religiosas mercedarias descalzas.

La fachada de la Iglesia es de ladrillo, y el vano de entrada aparece marcado por pilastras y rematado por un frontón partido; en el muro derecho existe otra portada, que data del siglo XVIII, formada también por pilastras que sostienen un arco. El templo es de una sola nave cubierta con bóveda de cañón decorada con yeserías barrocas que enmarcan diferentes pinturas y provistas de una pequeña cúpula sobre pechinas en el presbiterio.

El retablo mayor, de estilo barroco, cuenta con una hornacina central con la imagen de la virgen de la merced. Entrando en el claustro del convento encontramos un patio ornamentado con un hermoso zócalo de azulejería sevillana del siglo XVIII, que constituye un conjunto de valor excepcional; representa los cinco sentidos, las estaciones del año, diversos pasajes de la Biblia, escenas de caza y tauromaquia y la comunidad de las monjas del convento rezando en el coro.


Y del patio pasamos precisamente al coro, que muestra una amplia colección de esculturas, entre las que destaca una Inmaculada atribuida a Alonso Cano y una imagen de San José con el Niño, de la escuela del mismo autor. Destaca en esa estancia una cruz-relicario del XVI, de madera de ébano con incrustaciones de marfil, ágata y lapislázuli.

En la primera planta existen otras dos estancias muy interesantes: la sala de la Comendadora y la saleta de los Niños Jesús. En la primera encontramos una Virgen de los Dolores del siglo XVII de José de Mora y una hornacina con la Virgen de la Merced. En la segunda, aparece diseminada por las paredes una colección de figuras de Niños Jesús del siglo XVII y XVIII, que eran donados por los fieles y por las jóvenes que ingresaban como novicias. Hasta hace algunos años existía la costumbre de que a cada nueva hermana se le asignaba el cuidado de una de estas imágenes, tradición que hoy en día se ha perdido. También se conserva en esta sala una talla del Cristo del Amor del siglo XVI, así como una imagen de una Virgen de los Dolores del XVIII.

La riqueza artística de este convento es tal que cada día recibe numerosas visitas de curiosos y amantes del arte, por lo que una de las hermanas, Sor Ángeles, se brinda gustosa a acompañarles y servir de guía. Por cierto que la despedida es muy dulce, ya que las monjas de la Encarnación son grandes reposteras, y a la salida de la visita se pueden adquirir sus sabrosos pasteles.

Cuenta este convento con un pequeño museo de arte sacro en la llamada “sala de la Virreina”, ya que una virreina de Nápoles ingresó en el monasterio como religiosa.
Según se cuenta, los duques de Osuna anhelaban ser padres de un varón que pudiera heredar el título de nobleza familiar, pero pasaban los años y el bebé no llegaba, así hicieron un voto a Dios: si les concedía un hijo fundaría un convento de la orden de la Merced. Pasó el tiempo y el matrimonio vio realizado su deseo, por lo que cumplieron su promesa y fundaron este monasterio.